sábado, octubre 22, 2011

ÓSCAR MARÍA RAMOS: Director de Cine




“A prueba de bombas”

Una historia coral de vidas marcadas por la angustia, el desasosiego, la existencia de personas que no encuentran su lugar. La ciudad como un pozo asfixiante donde aflora lo peor de la naturaleza humana. El campo como la liberación y la reserva de la esencia de uno mismo.

Las constantes del cine de Óscar María Ramos tienen su explicación más completa en esta obra que le llevo muchos años de su vida. Durante ese periodo, estrenó en cine “El odio que estremece”, un musical gore que algún crítico calificó de “filme de culto”. También rodó “Beautiful dead women”, una ingeniosa película de humor negro que llevó a festivales. Pero su opera prima inacabada siguió adelante y la pulió hasta tener un producto que en breve tendrá la exhibición que merece.
En “A prueba de bombas” aprovechó el talento de Sonia Almarcha y Leandro Rivera que confiaban en formar parte de una historia que rompe moldes.
La atmósfera opresiva no le libra a Ramos de su humor tan personal, su surrealismo mágico y en ocasiones, su agro-costumbrismo. Pero por encima de todo es una obra de dualidades, de contraposiciones y de la búsqueda de un orden en el caos vital del hombre actual.

El protagonista, encarnado por Leandro Rivera busca su sueño. Nada parece torcer su rumbo en un mundo de confusión donde los otros personajes caminan desnortados y víctimas de muchos peligros. Es una historia de personajes acorralados, perseguidos por sus enemigos o donde su principal enemigo son ellos mismos. Y como siempre pasa en el cine de este realizador, con momentos agridulces.

Las localizaciones son inusuales y los sueños y delirios están recreados con una estética que reconoce que tras la cámara hay un artista plástico y un gran innovador del video-arte. “A prueba de bombas” nos cuenta hasta donde llega la resistencia en el ser humano, dónde reside la esperanza y porque la vida nunca es una novela lineal ni un cuento de hadas pero cómo las piezas en ocasiones, se recomponen después de haberse roto en mil pedazos.